Los indígenas, durante el tiempo de la Colonia, en casi todo lo que hacían eran menospreciados, vejados y juzgados con rigidez, por tanto siendo el caballo un animal muy útil en la conquista, le tuvieron gran estima y no fue fácil permitir que los recién conquistados, los tuvieran, ni siquiera para amansarlos, pues se temía que descubrieran uno de sus secretos claves en la lucha por la conquista y los derrotaran.
Una de las primeras autorizaciones de que se tiene conocimiento - porque existe escrito -, fue la otorgada por el Marqués de Guadalcazar Don Diego Fernández de Córdova, quien otorgó autorización por mandato del Virrey Luis de Tovar Godínez al padre jesuita Gabriel de Tapia - procurador de la Compañía de Jesús - para que 22 indios, montarán a caballo, y así poder cuidar y pastorear más de 100 mil cabezas de ganado menor pertenecientes a la Hacienda de Santa Lucía, filial de la de San Javier en el distrito de Pachuca - ahora Estado de Hidalgo -. Esto ocurrió el 16 de noviembre de 1619, en la primera mitad del siglo XVII..
Ya en 1555, segunda mitad del siglo XVI, el segundo Virrey de la Nueva España, Don Luís de Velasco, había puesto en uso una montura distinta a la que usaban los españoles; así surgieron las primeras sillas mexicanas y los primeros frenos de estilo diferente, con características propias para las necesidades vaqueriles de la Nueva España.
Los caciques Otomíes, Nicolás Montañéz; Fernando de Tapia y el instructor Fray Pedro Barrientos, contribuyeron mucho a la cimentación de la cacharrería. ( Años 1531 a 1555 ). Por ese tiempo el santo varón Sebastián de Aparicio, adquirió la hacienda de Careaga, - entre Azcapotzalco y Tlalnepantla, en el Estado de México -, donde de se dedico a la agricultura y la ganadería, enseñando los indígenas que no mostraron interés en la agricultura una nueva actividad; la doma de bovinos y más tarde la del ganado caballar, a pesar de estar prohibido hacerlo, pues su uso era reservado sólo a los conquistadores. Surgiendo así este nuevo oficio que luego se extendió floreciente desde la Mesa Central, a todos los confines del Virreinato con el nombre de Charrería. Este ejemplar y virtuoso varón a los 71 años dejó la actividad civil donando sus propiedades al convento de Santa Clara en el Estado de México.
Así nació la charrería en las haciendas de los estados de Hidalgo, - cuna de la Charrería -, Puebla y Estado de México, extendiéndose más tarde por toda la Nueva España y floreciendo en el Virreinato de la Nueva Galicia, - actual Estado de Jalisco y sus alrededores-.
Posteriormente y poco a poco la Charrería creció, al generalizarse el uso de los caballos entre los habitantes de nuestro país, donde los hacendados y sus servidores de confianza hacían gala de su pericia y destreza en el manejo de los animales, consumando útiles y valiosas maniobras con arrojo, valentía y pericia.
En 1880 la Charrería profesional tuvo su origen, fue entonces cuando apareció el famoso "Charro Ponciano” cuyas hazañas reconocemos por los corridos y canciones.
Su nombre fue Ponciano Díaz, originario de la Hacienda de Atenco, en el Estado de Hidalgo - la primera ganadería que se estableció en América -, dio gran impulso e incremento a la Charrería, convirtiéndola en espectáculo de valentía y pericia digna de admirar. Combinaba la Charrería con la Tauromaquia, siendo así el primero en ejecutar la suerte de banderillas a caballo, inventada por Ignacio Gadea, otro charro mexicano, que perteneció al equipo de Don Ponciano Díaz, junto con Agustín y Vicente Oropeza, Celso González, Vicente Conde y Manuel González Aragón, pioneros de la Charrería actual con quienes partió a España en 1889, a dar una exhibición de Charrería y Toros al estilo mexicano.
En 1894 se reunió en Monterrey un grupo de 12 Charros capitaneados por Vicente Oropeza que salieron por primera vez a Nueva York y recorrieron varios lugares de aquel país con grandes éxitos. A Vicente Oropeza los norteamericanos le dieron el calificativo de Campeón de Lazo en el mundo, sorprendidos de la maestría y destreza con que floreada y lazaba.
En 1900 hubo otra expedición de charros a París, promocionando el arte de la Cacharrería, quienes después viajaron a Europa con otros grupos de charros, los que regresaban contentos y gloriosos por la aceptación de lo que exhibían.
De entonces a la fecha, se han efectuado muchas excursiones al extranjero llevando esta inmortal tradición y arte. La mayoría a países donde existe alguna tradición relacionada con el uso del caballo, entre los países que sobresalen están: Argentina, Colombia; Venezuela, Chile; Estados Unidos, Canadá, España, Francia y Portugal.
La Charrería ha sido tema de poetas, pintores, músicos, historiadores, artesanos y personas de reconocida cultura; todos ellos amantes de nuestras tradiciones y raíces.
La Charrería por otra parte esta relacionada con la sastrería, sombrerería, platería, zapatería, fustería, talabartería, curtiduría, fabricación de sarapes, elaboración de reatas, herrajes, bordados y trabajos en pita. Así que, adentrándose en el tema de la Charrería, resulta interesante hasta para tomarlo como un tema para un programa cultural, a nivel escolar por tratarse de un valor histórico muy importantes.
La Charrería fue declarada “Deporte Nacional” por el Sr. presidente de la República Don Manuel Ávila Camacho, e instituido el 14 de septiembre como “Día del Charro”.
Una de las primeras autorizaciones de que se tiene conocimiento - porque existe escrito -, fue la otorgada por el Marqués de Guadalcazar Don Diego Fernández de Córdova, quien otorgó autorización por mandato del Virrey Luis de Tovar Godínez al padre jesuita Gabriel de Tapia - procurador de la Compañía de Jesús - para que 22 indios, montarán a caballo, y así poder cuidar y pastorear más de 100 mil cabezas de ganado menor pertenecientes a la Hacienda de Santa Lucía, filial de la de San Javier en el distrito de Pachuca - ahora Estado de Hidalgo -. Esto ocurrió el 16 de noviembre de 1619, en la primera mitad del siglo XVII..
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